Tenemos que hablar, y sabes bien
que
no es del tiempo, ni del gobierno. Ni de nada que me haya comprado hoy,
ni de ningún viaje inesperado, ni de la salud de tus mascotas. No hay ninguna novedad
al frente.
Ya sé que suena mal y que nunca augura nada bueno, pero tenemos que hablar.
Quizá no hayas reparado en esas pistas que he ido dejando, como
pequeñas plumas que se desprenden de una en el momento preciso y
enseguida son barridas por el menor soplo de viento. En ocasiones es
difícil verlas si no les prestas atención.
Es posible que hayas
ignorado que te rehuyo cuando noto que no me escuchas y que no
te sorprendo con esos detalles nimios que hace tiempo dejaste de
apreciar.
Puede ser que, cegado por la neblina de la costumbre, no
hayas advertido mi desinterés, y que confundas indiferencia y apatía con
serenidad y placidez.
Probablemente se haya esfumado la fantasía de
creernos especiales, únicos, y que el mundo interior que construíamos a
medias no tenga más consistencia que un castillo de arena. Puede ser...
que nos pase como a todos, que seamos como el resto de los que tanto me burlaba.
Pero tranquilo, creo que, aún, nadie ha muerto de eso.
ANA ELENA PENA
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