lunes, 3 de junio de 2013

Hago pompas con saliva II ( Ana Elena Pena )


Le conociste en un bar, y aún así pensaste que, pese a lo banal del momento, el lugar y las circunstancias, podría tratarse de alguien especial, ya que el alcohol es el embellecedor sexual por excelencia, actúa a modo de lubricante social y nos dota de un espeso velo que permite ignorar aquello que no queremos ver.

Creíste tener afinidad con él... pero en realidad sobraba con coincidir en dos o tres cosas para construir la historia de amor que creías merecer. Bastaban un par de canciones o grupos de música, acaso un libro, un país al que se desea viajar, una película... Eso es más que suficiente.
Es cuestión de echarle ganas e imaginación, de alimentar y engordar sus virtudes con el pienso adecuado, como quien ceba a las reses para devorarlas después.

Es cuestión, sobre todo, de encontrarte desesperada/o
y sola/o, de haber pasado una noche tras otra despertando con espantapájaros sin cerebro, leones sin valentía y hombres de hojalata sin corazón.
"-¿Y vosotros...?
-Nos conocimos en un bar. "- Comentas alegremente a tus a
mistades en la cena cuando os preguntan, acariciándole la mano por debajo de la mesa.

Le podrías haber conocido en cualquier otro sitio y bajo cualquier otra circunstancia que contuvieran las connotaciones adecuadas, y alrededor de las cuales se hubiera vertebrado una relación con verdadero sentido para ti, que es lo que, en el fondo, buscabas.
Pero a veces el destino no te deja más opción, y víctima del vértigo del tiempo, deseosa de ser abarcada y abrazada con fuerza, tem
erosa de dispersarte y diluirte, construiste ladrillo a ladrillo una historia ficticia, la cual empeñas en despojar de todo resto de vulgaridad y carencias. Ignoras las goteras, las grietas en las paredes y el frío que se filtra por las rendijas de puertas y ventanas.

Vives engañada y feliz, semanas, meses, incluso años, hasta que un día se revela ante ti el espejismo, y al acercarte sedienta a beber del oasis, te encuentras con la boca llena de arena. El amor de tu vida es un completo desconocido.

 No se de qué te extrañas, tonta. Al fin y al cabo, lo conociste en un bar.

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